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martes, 18 de septiembre de 2012

AUGUSTO COMTE



Augusto Comte se inserta en el mundo intelectual en una época en que las preocupaciones y los estudios sobre la sociedad y los fenómenos sociales habían alcanzado cierta madurez. Gracias a sus grandes cualidades analíticas y de síntesis, Augusto crea su propio sistema de filosofía y política positivista aprovechando todo lo hasta entonces propuesto por otros autores. Según Comte, la anarquía reinante en Europa después de la gran crisis provocada por la Revolución Francesa se debía a que los pueblos carecían de un sistema universal de principios que estableciera entre las personas la armonía necesaria para cimentar un orden social común dentro del cual los individuos pudieran desarrollar pacíficamente sus actividades. Es por eso que Comte se impuso la misión de buscar un remedio “a tal estado anímico, verdadera enfermedad de la sociedad”, y que creyó haberlo encontrado en una nueva filosofía, cuyos planteamientos iniciales dio a conocer a través de va­­rios ensayos publicados de 1816 a 1825, hasta que estructuró una serie de ideas que ofreció claramente sistematizadas en su célebre curso impartido en París, al que concurrieron eminentes personalidades intelectuales y que publicó de 1830 a 1842, en los seis volúmenes de su Curso de filosofía positiva.

El objetivo de la nueva filosofía, era:

a) Proporcionar a las mentalidades individuales un sistema de creencias para unificar el espíritu colectivo.

b) Establecer un conjunto de reglas coordinadas sobre las creencias comunes del sistema aludido.

c) Determinar una organización política que sería aceptada por todos los hombres, en virtud de que respondería a sus aspiraciones intelectuales y a sus tendencias morales.

Es claro que un sistema de creencias sólo puede ser aceptado por todos si éste se encuentra sustentado sobre conocimientos incontrovertibles, y de ahí que la filosofía positiva trate de ser, ante todo, “una teoría del saber que se niega a admitir otra realidad que no sean los hechos y a investigar otra cosa que no sean las relaciones entre los hechos”. Para la filosofía positiva, el conocimiento de las “cosas en sí” es imposible. Debe consagrarse exclusivamente a la investigación de la realidad, rechazando todo saber apriorístico y toda especulación metafísica.

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